martes, 13 de enero de 2009

La Cacería (Parte II)

Ninant preparó su farolcito y entró por la pequeña cueva que había en el suelo, la entrada era pequeña y apretada pero enseguida se engrosaba y cabía perfectamente un hombre adulto.
Al cabo de unos minutos llegó a unas galerías subterráneas, en ellas el cazador siguió buscando a la criatura pero encontró una red de túneles y pasadillos.
“Esta debe ser su guarida” se dijo a si mismo.
Al ver que probablemente la criatura hubiese escapado, decidió salir de allí pero cuando caminaba por donde había entrado recibió por sorpresa un golpe en la cabeza lo que lo hizo caer inconciente en el suelo.
Cuando recupero su conocimiento, Ninant se encontraba en un foso y encadenado a una roca. Aunque el lugar era oscuro pudo distinguir algunos restos humanos por el suelo lo que lo hizo suponer que aquello era la cocina del monstruo.
Le dolía todo el cuerpo, como si hubiese sido arrastrado por los túneles y luego arrojado en aquel foso.
La criatura lo había envuelto con la cadena que estaba clavada en la roca, si bien era imposible desencadenarse, se podía hacer pequeños movimientos con los brazos y los pies. Y como le faltaba el cuchillo decidió agarrar un hueso puntiagudo que se encontraba cerca, de esta forma estuvo varias horas intentándolo mientras que se lamentaba por haber bajado la guardia.
Finalmente logró agarrar al hueso con la mano que podía mover mejor.
Al final del día, luego de haber estado luchando con el sueño y el cansancio, Ninant pudo ver a su presa y agresor que bajó de un salto al foso.
En las sombras se parecía a un hombre, quizás en algún tiempo lo fue pero cuando se acercó, el cazador pudo ver que había perdido toda la humanidad. Era muy delgado, tan delgado que se veían perfectamente los huesos, la piel era verdosa y sus ojos estaban inyectados de sangre. Al acercarse sujeto a Ninant de la cabeza y abrió ampliamente su boca donde se podían distinguir los dientes amarillentos y puntiagudos.
Ninant aguardó mientras que sentía el aliento de la “cosa” en su pescuezo y en el momento que la criatura clavaba sus dientes y solo tenía en su mente comer, hundió el hueso que había estado escondiendo en el pescuezo del monstruo.
La criatura se retiró bufando y haciendo ruidos extraños mientras una sangre viscosa brotaba de la herida. Se arrancó el hueso y lo arrojó lejos pero ya no tenía muchas fuerzas por lo que cayó al suelo y se quedo allí, inmóvil.
El cazador había tenido mejor suerte ya que todo marchó como él previó, la criatura solo lo arañó con sus dientes en el pescuezo y al retirarse violentamente había arrancado las cadenas de la roca por lo que estaba libre.

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